Quince
años más tarde, una lluviosa noche de junio de 1871, la cuerda de
la campanilla de la puerta recibió tres tirones violentos. Las
dueñas de la casa abrieron a una mujer voluminosa, morena,
mortalmente pálida, con un lio en el brazo, la cual se les quedó
mirando, dio un paso y se desplomó en el umbral presa de un mortal
desmayo. Cuando las asustadas damas consiguieron que volviese en sí,
y se hubo incorporado, les lanzó una mirada con sus ojos hundidos, y
sin decir una palabra, hurgó en sus ropas mojadas, extrajo una carta
y se la tendió. La carta iba dirigida a las dos, pero estaba escrita
en francés. Las dos hermanas juntaron sus cabezas y la leyeron.
Rezaba así:
Hola, queridas hermanas me imagino que no debéis de conocerme
pero... yo a vosotras sí, hemos estado todo este tiempo muy separadas porque así lo decidieron nuestros padres, sin importarles nuestra opinión. Os escribo esta carta porque en un accidente de tráfico perdí la capacidad de hablar. Estoy aquí porque me han enviado como criada, sin saber que vosotras eráis mis hermanas, lo cual me pone muy triste porque hay un 95% de posibilidades de que no me creáis.
Estoy aquí porque yo trabajo en una casa de acogida y allí ayudan a las personas que tienen alguna incapacidad, yo soy muda lo cual quiere decir que en cualquier trabajo no me podrían coger, estoy segura de que aquí tendré un sitio, ya que..no porque seáis mis hermanas sino que necesito mantenerme, necesito trabajar, llevar dinero a casa para alimentar a mis hijos, y muchas cosas más.
ELlas se quedaron estupefactas, al ver lo que leían, no podían creer que esa joven fuera su hermana...
Ellas no podían creer que sus padres hubieran sido capaces de haber hecho eso, se sorprendieron mucho, pero..luego la acogieron con normalidad y la aceptaron como hermana, no la juzgaron por ser muda y la trataban como si hubiesen vivido toda la vida juntas.